lunes, 9 de febrero de 2009

HORA SANTA Para pedir por los jóvenes y estudiantes

Oración Inicial.

Señor mío Jesucristo, que por el amor que tienes a los hombres estás de noche y de día en este Sacramento, lleno de piedad y de amor. Esperando... llamando... y recibiendo a cuantos vienen a visitarte. Creo realmente que estás presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todos los dones que me has hecho, especialmente por haberme dado en este Sacramento tu cuerpo, sangre, alma, y divinidad; por haberme dado como abogada a tu Santísima Madre, la siempre Virgen, María, y por haberme llamado a visitarte en este santo lugar. Por eso te consagró esta hora de adoración. Amén.

Canto: Si conocieras como te amo.

Reflexión. El niño que no sabía usar sus ojos.

Había un vez un niño que no usaba sus ojos, a pesar de que sus mamá siempre le decía: Niño, los ojos son para ver.
Pero él no ponía atención y seguía sin usarlos, tropezando con todo, con las puertas, con las sillas, son los escalones, con las piedras, con los árboles y con las personas, con todo... por eso siempre andaba con la ropa rota, las manos y los pies lastimados, los ojos morados, descalabrado, en fin con muy mal aspecto, como es natural.
Además no conocía nada, nunca había visto las mariposas, los pájaros, las flores, las nubes, mucho menos la luna y las estrellas... ni siquiera conocía las lagartijas.
Una mañana salió de su casa y al atravesar el llano, que estaba en frente de ella, como de costumbre no uso los ojos y no vio acercarse a una señora que venía en sentido contrario cargando un bote de leche y una canasta llena de huevos, el niño fue a estrellarse contra ella, metió la cabeza dentro de la canasta, rompió los huevos con ella, llenándose el pelo, los ojos, la nariz, la boca de clara y yema y de pedazos de cascarón, la camisa, los pantalones y aún los zapatos...
La señora muy enojada, le sacó la cabeza de la canasta, al mismo tiempo que le propinaba una fuerte nalgada, él asustado echó a correr y como no usó los ojos, fue a dar dentro de un charco, del que salió lleno de lodo.
Se limpió con las manos los ojos y buscó el camino para regresar a su casa, conforme iba caminando, el sol y el viento le iban secando el lodo, el huevo y la leche, la cara se le entiesó y parecía una máscara, en la que solo brillaban los ojos; la ropa se le endureció dándole el aspecto de un gran muñeco de cartón.
Así llegó hasta la puerta de su casa, pero el perro que tenía lo desconoció; empezó a ladrar, gruñéndole y enseñándole los dientes, como dispuesto a morderle.
Su mamá extrañada, se asomó para ver que sucedía y quedó espantada al ver al niño, ¡casi no lo conocía!
Alejó al perro y al lo llevó al baño. ¡Qué trabajo para dejarlo limpio! Hubo que cortarle los mechones de pelo, pues los pedazos de cascarón se le habían adherido fuertemente en ellos; frotarlo muchas veces, para desprenderle el lodo, y lavarlo y lavarlo con agua caliente y con jabón.
Cuando salió el niño del baño, el perro movió la cola y el por primera vez se dio cuenta que su perro tenía una oreja blanca y otra negra. Desde ese día el niño usa sus ojos; conoció y admiró todas las cosas que había a sus alrededor... hasta las lagartijas y nunca más volvió a tropezar con las sillas, las puertas, las piedras, los árboles y mucho menos a estrellarse contra las personas.

Canto: Toma mi vida.
Mensaje del Papa. Si es tu voluntad.

“Queridos jóvenes: el mundo necesita ser tocado y curado por la belleza y la riqueza del amor de Dios. Jóvenes, el mundo les necesita, no tengáis miedo, necesita que vosotros seáis la sal de la tierra y la luz del mundo. No tengáis miedo de seguir a Cristo por el camino de la cruz. No tengáis miedo de ser santos, la santidad es siempre joven como es eterna la juventud de Dios. queridos jóvenes dejaos conquistar por la luz de Cristo y difundidla en el ambiente en que vivís. Ningún miedo es tan grande para ahogar completamente la esperanza que brota eterna en el corazón de los jóvenes.”
¡Padre, que se haga tu voluntad y no la mía! Lc. 22, 42.
¿Cuántas veces hemos dicho la oración de Jesús? La repetimos un y otra vez, sea tu voluntad y no la mía... Sin embargo, muchas veces lo decimos de labios para afuera, por dentro se siente la rebeldía de quien no se conforma con los hechos y acontecimientos. No somos coherentes, no nos gusta cargar con nuestra cruz, ni escuchar un “no” como respuesta, aunque ese “no” venga de Jesús.
La voluntad de Dios trae momentos de intensa alegría, pero también tiene el gran peso de la cruz. Aún no aprendemos a sonreír en los momentos de dolor y a mantener la serenidad a la ara de la presión. No logramos admitir que el dolor forme parte del gran proyecto de Dios, entonces comenzamos a luchar en contra y terminamos pidiendo lo que es nuestra voluntad y no la de Dios.
Pedimos que Jesús haga lo que nosotros queremos, de la manera que lo queremos y en el plazo determinado por nosotros. Para disfrazar nuestras exigencias añadimos un tímido “si es tu voluntad”, pero allá en nuestro interior es nuestra voluntad la que prevalece, condicionamos a Dios. Necesitamos aprender de Jesús y María, cuando ellos dijeron sí lo hicieron con su vida.
Esa es la razón por la que muchas veces nos va mal, no le encontramos solución a nuestros problemas, porque no nos atrevemos a decirle sí a Jesús. Nos hemos reunido hoy ante la presencia de Jesús Sacramentado para pedirle eso precisamente, que nos ayude a decir “que se haga tu voluntad y no la mía”.

Canto: Enséñame.

Oración del estudiante.

El Señor te conoce y sabe tus necesidades, sin embargo El quiere que en este momento le pidas por tus estudios, por esa asignatura que sientes que no puedes con ella, por ese maestro que te cae mal, que no soportas. Quiere escucharte pedir que te ayude a no escaparte de clases, aprovecha tus dones no seas como el niño que no usaba sus ojos. Repite después de mi:
Señor, recuérdame con frecuencia, la obligación que tengo de estudiar.
Hazme responsable: que santifique mi trabajo de estudiante.
Que prepare bien mi misión en la vida. Que sepa agradecer el privilegio de poder estudiar.
Que me capacite a conciencia. Que haga rendir mi juventud.
Que haga una buena sementera en mi inteligencia.
Dame humildad para echarme en cara la negligencia con que cumplo a veces mis tareas.
Dame valentía y constancia para aprovechar todos los instantes en el estudio.
Enséñame a estudiar con método, a leer con reflexión, a consultar a los que saben más para, el día de mañana, ser útil a mis hermanos y un verdadero dirigente de la humanidad.
Padre providente que eres llamado fuente de luz y de sabiduría, ilumina mi entendimiento y disipa las tinieblas que me envuelven, en la que he nacido y la de mi ignorancia.
Concédeme la facultad de aprender, la facilidad para entender, la capacidad para retener, la sutileza para interpretar y el don de saber hablar, así sea.

Canto: El Espíritu de Dios.

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